No alcanzaron, el año pasado, los intentos del Gobierno de pesificar la mente de los ahorristas. Por el contrario, en este tiempo parecieron crecer fuertemente las expectativas de devaluación. En estos días, por ejemplo, son los propios clientes bancarios los que rechazan tomar un crédito en dólares ante la mayor expectativa de depreciación que tienen sobre el peso; los que deciden hacer grandes retiros de los pocos dólares que quedan en sus cuentas (más de u$s 1.300 millones en lo que va del año); y los colocan cada vez más decididos sus ahorros en plazos fijos atados a la evolución de la divisa oficial.
Hay, claro, algunos fundamentos al respecto. Y que son seguidos de cerca, incluso, por los propios banqueros. Uno de ellos es la relación entre las reservas y la base monetaria. Ese cociente refleja en estos días un tipo de cambio implícito que es de $ 7,22, según surge de los últimos datos que reveló el Banco Central en su informe semanal. Era, hace sólo un mes, de $ 6,76. Y hace un año, de $ 4,60.
Este tipo de cambio implícito en las reservas (un dólar simbólico que debió ser equivalente al oficial sólo bajo la ley de la Convertibilidad) está ahora más cercano a la cotización que tiene el billete en las cuevas (el blue, que cerró el viernes en los $ 7,82) y al tipo de cambio local que están considerando los inversores del exterior para fin de año (el que surge de los NDF, los contratos a futuro que se negocian en Nueva York, que se ubica en los $ 7,20).
En uno de los bancos del sistema se impresionaban en estas semanas, además, por el fuerte crecimiento que notaron en plazos fijos que ofrecen al cliente atado a la evolución del dólar oficial. La verdad es que, con el rendimiento que da, ya no es un buen negocio para nosotros, y por eso no lo ofrecemos demasiado, comentó un ejecutivo. El ahorro da un retorno por estos días del 21% anual en pesos.
Ignacio Olivera Doll
Nota en Ámbito Financiero
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